La Gomera. Un lujo vivir tan cerquita de ella!

No sé lo que se experimenta cuando visitas por primera vez La Gomera, yo era muy pequeña y no lo recuerdo. Así que durante este viaje de cinco días por sus pueblos, valles y montañas me hice la que no sabía nada, no recordaba nada... simplemente estábamos explorando territorio desconocido. Empezando por Hermigua, donde nos alojamos dos de las cuatro noches en La Gomera, solo quieres pasear por sus calles, observar sus largas plantaciones de plátanos y mirar hacia arriba entre las montañas, observar como se mueven las nubes, como bajan y amenazan con descargar una posma sobre tu cabeza, pero el viento a veces las lleva a otra parte a otro valle. 

 

El Parque de Garajonay, que lamentablemente sufrió un incendio hace apenas cuatro años, se despierta y recupera velozmente y la zona de Laurisilva que se salvó de las llamas sigue vibrando, brillando, goteando, emanando humedad, frescor, calor, subidas y bajadas de altitud, no paramos.

El primer sendero fue de preparación 10km, el segundo, la ruta 18 fueron cerca de 17km desde donde las vistas te dejaban sin respiración, los valles entre montañas, de repente el verde entre lo arenoso y seco. Las palmeras esparcidas sin ton ni son tan propias del paisaje gomero.

Todo un lujo los baños en las playas de callado, las playas salvajes, las calas, cualquier esquina con entrada al mar...apetece darse un baño. 

Pasear en bicicleta (por la colonia alemana) de Valle Gran Rey también tiene su encanto. Y el viajito en Kayak desde la "Playa de las Vueltas" hasta el roque a lo lejos, de cuyo nombre ya no me acuerdo, lo disfrutamos con chapuzón por el camino.

En Las Hayas, doña Efigenia te obsequiará con una comida de esas que te recuerdan a las de tu abuela y una conversa con ella que te llena el corazón y el alma. 

No hay mejor sesión de spa, wellness o rejuvenecimiento que una buena visita a La Gomera.